sábado, 22 de julio de 2017

ESTOICISMO AFRICANO, observaciones de una blanca en África


Siempre me sorprende en África la capacidad que tienen las personas de controlar sus emociones desde niños de una manera estoica.
Ahora estamos en el sur del país, donde se percibe un mayor nivel de desarrollo. En la última chapa de Bilene Macia a la Praia de Bilene, hemos venido al lado de una chica que llevaba a su hijo de poco más de un año en brazos. Nos ha sorprendido el nivel de actividad del niño y las dificultades de la madre para controlarlo… le ha comprado un paquete de ganchitos, luego uno de galletas, le ha puesto a tetar de un lado, luego del otro… y el niño no paraba de moverse y protestar. Nos ha sorprendido ver esa actitud de niño europeo en uno africano, pero obviamente son cosas que trae el desarrollo. Probablemente sería su único hijo y la chica ya no era una adolescente, así que suponemos que habría elegido la maternidad cuando ella habría querido… aunque quizá sea mucho suponer… También nos ha llamado la atención verla dándole besos a su hijo, es algo que nunca observamos en África, los besos a los niños parece que están vetados, al menos en público.
La diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo es que, en el primero, los hijos se tienen cuando se quiere y son esperados y deseados y en el segundo, los hijos se tienen cuando vienen, normalmente desde muy jóvenes y uno detrás de otro. Esto es lo que marca la gran diferencia. Obviamente, si cuando tienen un año la madre ya está embarazada del siguiente, es imposible que le ofrezca el mismo tiempo y dedicación, así que son las hermanas mayores las que cuidan de los pequeños. Y en el primer año de vida, las madres tienen que hacer otra multitud de tareas, así que se los colocan en la espalda y allí pasan el día durmiendo y observando su entorno.  
Los niños abundan en África, son la base de una sociedad piramidal en la que hay muy pocos ancianos y muchísimos niños. Éstos tienen que buscarse la vida para sobrevivir, para destacar y para tirar adelante… hay demasiada competencia.
El tan característico estoicismo africano proviene de todos estos hechos. De pequeños de nada les sirve protestar o llorar porque nadie les va a hacer demasiado caso, o incluso se van a reír de ellos si lo hacen, así que aprenden a no hacerlo y a aguantar su dolor con dignidad.

Una de las historias vividas este viaje ilustra perfectamente de lo que hablamos: en isla de Ibo tres niños nos acompañaron durante toda la visita. El más pequeño, de no más de tres años, llevaba la voz cantante, y era movido y divertido. En un momento dado otra cuadrilla de niños más mayores quiso acercarse a nosotras, pero el pequeño les levantó la mano apartándoles para que no vinieran a quitarles a su “entretenimiento”. Los otros, no quedando conformes, cuando nos descuidamos, vinieron y le pegaron al pequeño lo que nos pareció un fuerte capón en la cabeza. El pequeño no soltó ni una lágrima, pero se calló drásticamente y de allí hasta que nos metimos en la Fortaleza, le veíamos que le lloraba un ojo y no paraba de restregárselo (intuidos que le pegaron además un puñetazo en el ojo, pero no lo vimos), pero en ningún momento lloró, se quejó o se separó de nosotras.  

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